¡Buena Suerte!
Conocidos de un momentáneo amor de colegio, nos reunió nuevamente el presente, y
esta vez todo parecía favorable para concebir un amor firme y perdurable. Vistos
solteros y con mayor madurez, nuestros relojes biológicos coincidían en que ya
era tiempo de asentarnos.
Fue así como mensaje tras mensaje;
típicas charlas telefónicas, tomaban forma los planes para nuestro futuro
juntos. Ella deseaba un varón, yo por mi parte conservaba la ilusión de tener una hermosa niña que llevaría algún nombre japonés, que de forma sutil y
estética armonizara con mi apellido.
Transcurrían los meses y gracias a la
magia de la tecnología, nos manteníamos en contacto diariamente, teníamos conversaciones
de lo más ordinarias, con las que ella se sentía cómoda y yo fingía
disfrutar, pues su inteligencia, de las más rudimentarias y mis temas de
conversación, de los cuales salían verdades espinosas, no resultaban de su
agrado.
Con todo y que el estímulo intelectual no
era recíproco, quería quererla y para ello me reduje a la más común de las
mentes. La sonrisa de sus fotos, aquel pelo taino que ya me imaginaba heredado
por mi primogénita, su singular silueta, la voz cansado y lenta que evocaba al
otoño, es decir, una mujer básica, un recipiente que llenar, y toda una vida
juntos por delante.
Ella,
quien tenía ya un tiempo viviendo en el extranjero, tenia fecha para venir y
concretar lo que por meses imaginamos, todo era enserio; de una forma por
letras indecible; con seguridad de ambas partes, sin arrepentimientos, con
voluntad de aparecer ante el civil, y con un beso para las cámaras darnos por
hábiles para convivir y adorarnos.
Llegó el día, domingo a las 9:00 pm, hora
de su llegada al país, de lo que me enteré al día siguiente, pues no hubo aviso, suponía que por la pesadez
del viaje, sin embargo me pareció raro que no llamara, pero no me detuve a
pensar en ello.
Al día siguiente, primer día en que hablábamos
desde el mismo suelo en mucho tiempo, la conversación era la de cada día, excepto
por un detalle, el diálogo se extendió
por horas y en el canal de conversación nunca surgió la pregunta, ¿Cuándo nos
vemos?, inquietud que mentalmente no dejaría pasar por alto, pero decidí no
externarlo, pues precipitado y
compulsivo no soy.
Pasaron varios días desde su
llegada, de los cuales sólo hablamos al segundo día, resultaba inevitable el
asomo de la desazón, tratándose de alguien con quien has pactado tu futuro. Así
que la cabeza se me llenó de preguntas y por primera vez dudé de nuestra
fábula. Otros dos días murieron sin
saber de ella, y entre mis notificaciones en Facebook figurada un mensaje que
remitía la protagonista de esta historia.
Parafraseando un poco el contenido para ayudarla con su desorganización
mental y la ortografía, lo transcribo de la siguiente manera:
“Perdóname por mantenerte
ilusionado por tanto tiempo, ahora no se qué hacer, tengo una relación con alguien
que vive aquí, aquel muchacho que aparecía como mi novio en facebook, por el
que una vez me preguntaste, y te dije que el aparecía como mi novio para que mi
ex dejara de molestarme, todo era mentira, hace 3 días me casé con él y pienso
llevarlo a vivir conmigo al extranjero, a eso vine, no sé porque hice esto, de
verdad disfrutaba todo de ti, pero necesitaba descargar en alguien todo el daño
que sufrí en mi vida, espero que algún día puedas perdonarme, aunque no lo
creas te quiero, cuídate mucho”. L
Inverosímil…
Admito que quise llamarle puta a la
enésima potencia, (y de las etapas de la agonía experimenté dos: Ira, seguida
de aceptación), pero explayarme denotaría
dolor, y la intención era demostrar lo agradecido
que me sentía de haberme librado involuntariamente de una falaz bazofia y
deshonesta. Así que sólo respondí: “Buena
suerte”.
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