jueves, 21 de julio de 2011

Amor en tiempos de Azul & Caqui.


Inolvidable. Es el adjetivo con el que recuerdo a la secundaria, ¡Días de simplicidad y amores de ensayo! Fue aquel tiempo un andador previo a los pasos firmes, provisto de su dulcificada forma, hoy invocadora de añoranzas.


Ignorante y feliz, típico adolescente, alcancé la cúspide de la popularidad en mi último año, y así, tracé camino hacia un sólo Norte: ¡Enamorarme!


Perseguí al amor de forma depredadora e infantil, como abeja en jardín, que se posa de flor en flor en busca del mejor néctar.


Desnudaba cada día, como si de Luna de miel se tratara. Luna de miel en los pasillos; pasillos que fueron para mí, como las hijas de Zeus para los poetas. Dulce ocio allí se vivía, atrapaba miradas e insinuantes gestos; gestos que daban a luz a besos; besos que afinaron mi destreza en favor de las que trascendieron a más de un simple “agarre”.


Y hubo alguien, como dice la canción, que en principio por mi lado pasó, he intenté vestirme con la sombra de su olor, y desde la proa de mi corazón, ¡Tierra gritó Colón! Pálida casta, físicamente exquisita, cerró la búsqueda del perfil ideal, y con la llave de la simpática picardía, me dio entrada a su vida.


Compartimos un delirante segundo semestre; memorable y experimental, tanto que hacía que el final de los días fuera indeseado. Muerta la ingenuidad sexual, de la mano del amor irreal más real de aquellos tiempos. Nos embelesábamos en una mirada que nos conducía desde un paraíso real, hacia uno imaginario. Y allí, su cabeza sostenida en mi hombro se conectaba a la mía, imaginando un futuro universo que eventualmente se llenó de hoyos negros.


Y entre aquel paroxismo, el frecuente consumo de alcohol y amigos para toda una vida, se consolidó aquella etapa de mi existencia, con aspectos de los que no me enorgullezco, pero que no dejan de formar parte de la sabana de recuerdos...


Rodnie Jorge.

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